sábado, 29 de diciembre de 2007

Por vos....

Hablo, re hablo, cuento, cuento todo, me acelero, me deprimo, me muerdo los labios, como desbocadamente, me muerdo los nudillos, me pellizco, me arranco la piel, tomo de mas, pienso negativamente, me revuelvo con mis pensamientos, voy muy rápido, rapidísimo, no duermo, no descanso, creo universos, me pregunto, me contesto, hago el ridículo, creo mundos que no existen, amo de mas, odio de mas, te digo, me digo.... por vos, puta ansiedad, puta carencia que no tiene nombre, que desconoce de donde carajos vino, quien la parió, por vos, puta carencia, falta, por vos, puta ansiedad compensatoria.. sólo por vos...
Ella se llamaba yo o mejor dicho yo me llamaba ella. Ahora me doy cuenta. Siempre tuve una vida vacía que mientras estaba ella creí llena. Pero hoy sé que la llené con ella, sólo con ella, como una energía con la cual se supera la nada. Pero la nada sigue esperando solapada. En algún lugar. Y cuando ella se sintió invadida por mi nada, se fue. Y cuando ella se vio ahogada, se fue y sólo me quedó mi nada auténtica. Mi genuina nada. Mi nada que yo intenté suplir con otras vidas posibles. Con lo que me decían sus ojos. Su mirada. Con lo que no me decían sus ojos. Su mirada. Las palabras las ordenaba y destilaba. Eso hice. Me daba paz saber que había algo. Saber que la tenía siempre a ella para no encontrarme conmigo. Fui siempre ella. Fue siempre ella. Soy a partir de ella. Era. Ahora ya no soy. Debo dar con lo que queda de mí en algún lugar de lo que fui o soy.

domingo, 23 de diciembre de 2007

Hija de la ansiedad

De niña me mordía los nudillos de ambas manos y las falanges de algunos dedos. Mi piel estaba como la piel de una vieja tortuga. No se cuánto tiempo duró esto pero fue bastante.
Luego fui trasladando mi ansiedad de objeto en objeto y hoy, a mis 30 cumplidos, me puedo dar cuenta de todo esto y pensarlo para darle un lugar en mi existencia y erradicarlo definitivamente. Uno es ansioso y no se da cuenta. Uno es manejado por la ansiedad.
Yo me di cuenta de que hablé por ansiedad, fui ridícula verbalmente por ansiedad, me reí por ansiedad, elucubré por ansiedad, me mordí la comisura de los labios por ansiedad, el interior de mi boca también, en fin.... amé o creí amar también producto de mi ansiedad.... es por eso que me defino como una hija de la ansiedad.
Hasta mis 30 años o hasta antes de cumplirlos, todo fue un trajinar acelerado. Un torbellino. No es que no lo acepte o que no me guste así, pasa que la ansiedad llegado un punto no te deja disfrutar. Es tal el estado de aceleramiento que uno no puede pensar ni hilvanar las ideas.
Lo positivo es darse cuenta. Darse cuenta de que la podes erradicar de tu vida con ayuda psicológica. Se puede. Se puede.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Ansiedad de tenerte en los labios...

La Ansiedad. Parece que la ansiedad es una energía que va transmutándose de objeto en objetos y que uno la va colocando de acuerdo a los niveles de ansiedad en diferentes cosas, vinculos, personas o lugares.... increíble parece, pero es.
La ansiedad surge o existe para llenar huecos o carencias que hay en uno, por ejemplo, un hueco afectivo... y lamentablemente , parece que los huecos no se llenan.... Parece ser que la ansiedad tapa el hueco transitoriamente y lo llena falsamente con elucubraciones, creando cosas que no son o inventandolas, en un trajín acelerado, como en un torbellino de sensaciones. Por ello hay personas que descargan su ansiedad a través de la comida, a través de la verborragia, a través del alcohol, a través de pensamientos negativos y compulsivos o también a través de vinculos inexistentes, donde uno busca saciar un deseo carente en un vinculo que en realidad no existe fuera de uno.... uno hace una actividad de masturbación con un objeto inventado por uno y a él le confiere todas las aptitudes que uno busca en su propia carencia y no encuentra...
La ansiedad es una bestia que hay que palear a diario. Yo lo sé. Es una lucha constante entre ella y yo... entre yo y ella.... es ella o yo o somos las dos... pero se puede, pensando cada acto, buscando métodos de relajación... pensando.... purificando el pensamiento... se puede.....

martes, 18 de diciembre de 2007

La Rata

Soy una rata. Vivo en la cañería que circula por debajo del acuaducto, donde se encuentran las dos avenidas concéntricas. La seca cañería es mi hogar. A veces, los días de lluvia, me gusta escuchar cómo retumban los pasos de los transeuntes en esa marcha ciega que no conduce a ninguna parte.
Siendo lo que soy, una rata, no espero nada de nadie. Ni siquiera de mis compañeras de cañería, que muestran los dientes cuando se trata de garronear un pedazo de carne podrida o algún desperdicio comible. Así es la vida de las ratas. Silencio y podredumbre. Silencio y sombras auditivas que invaden a su vez el silencio verdadero, el que nadie puede siquiera percibir.
Soy una rata y nunca conoceré el amor. Por un lado es mejor y conveniente. He escuchado del despedazamiento que sufren las presas que caen bajo su influjo. Además de perder toda facultad viviente para pasar a ser un objeto inanimado que por un extraño mecanismo sigue trascendiendo de manera inerte por entre las cosas, pero nada más que eso. Lo insignificante.
Y viendo que todo muta yo se que mi cuerpo inutil no mutará ni cambiará. Desconozco lo que es el cambio. Lo que implica para los mortales. Mirar otra vidriera y seguir buscando lo mismo.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Estos chicos sí que tienen swing..!!

Fui al teatro Coliseo ( Marcelo T. de Alvear 1125) a ver a Enrico Rava y quedé flasheada con su quinteto. El contrabajista un lujo!, interpretó casi al final una canción llamada "Travelling Night" que me pareció alusinante!! Uffff.... qué siwing!!! El trombonista es un pibe que ganó no sé qué cosa en Italia pero la cuestión es que dejó todo en la interpretación del instrumento. El tiempo pasó muy rápido.... voló! ese es el mejor síntoma para saber que uno está viviendo algo intensamente!!

jueves, 13 de diciembre de 2007

La gaviota

..."De vez en cuando se asomaba a la Tierra con los ojos dormidos. Valía más en su vida lo incierto del mar y la espuma que la seguridad que ofrecen las rocas.
También el cielo. Como una suspensión gigante de plumas condensadas sin red. Intentar el vuelo no era difícil.
Su cuerpo diminuto con corazón de nuez. Un pequeño motorcito para palpitar y saber que no era invisible.
El instante previo era el más sublime y también era el que marcaba el tiempo. Ese momento, cuando aterrizaba en la estela que dejaba algún barco y merendaba un pez dorado que gimoteaba despidiéndose de la tranquilidad habitual.
La gaviota del pico afilado y el pez dorado. Un encuentro que se consume entre dos necesidades irremediables.
El playón de arena húmeda era demasiado inabarcable. De vez en cuando, allá, a lo lejos, algo se mueve en la lejanía, marcando que todavía existe vida más allá de mis ojos, de mi capacidad de asimilar el aire. Llego hasta el cerco donde la arena se convierte en oro caliente y me quema"...

Ego

..."No era amor. Era sólo el ego".....

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Noche de martes en el Torquato Tasso

El lugar ha sido despojado del aire tanguero que tenía la primera vez que lo conocí. Allá lejos y hace tiempo también se corrían las mesas y se bailaba. Pero eso fue hace mucho ya. Y el "hace mucho" ya no existe. Para eso está la nostalgia. Para recordar lo que ya fue. Lo que ya pasó. Así que la cita estuvo igual de buena. Los martes se vienen con conciertos gratuitos en el Tasso.
La cerveza espectacular y la atmósfera del lugar, también!!

martes, 11 de diciembre de 2007

"Esta es la primera vez en la semana"....

- dijo. Y encendió sus demonios.

lunes, 10 de diciembre de 2007

El Vacío

Vacío dislocado. Vacío. Como una rumba de mil ángeles tuertos. Vacío. Vacías mis fauces. Mis ansias. Y este deseo enloquecido. Fuera de borda. Vacía. Hasta pronto. Hasta cuando. Vacío. En mis ojos. Vacío. Como una furia inmadura y muerta. Como un niño que nace muerto. Vacío. Qué importa mañana. Qué importa hoy. Qué importa ayer. Ensimismado. Ensimismada. A este vacío. A este vacío inmenso. Me pierde de a poco. Me descuartiza. Tu olor me mata. Tu boca me parte al medio como una danza de ratas sobre la arena. Mi vacío. Vos. Mi vacío y vos. Dónde me encuentro. Dónde me preservo.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Rapsodia in Blue de Gershwin

Llegué una hora antes y ya la cantidad de gente era impresionante. El Monumento a los Españoles, ubicado en Av Sarmiento y Av del Libertador fue el lugar de encuentro para festejar el concierto nº 4 que tuvo como auspiciante a la Radio de música clásica Amadeus (fm 103.7).
La interpretación que el pianista Ernesto Jodos hizo de la Rapsodia en Blue de Gershwin fue brillante. El festejo culminó con fuegos artificiales.

sábado, 8 de diciembre de 2007

La Orquesta Sinfónica Nacional en la Bolsa de Comercio

Concurrí a escuchar a esta orquesta que es lo que más se acerca para mí a la perfección musical. Interpretaron a Mozart y Dvorak. La Bolsa de Comercio ya es un clásico lugar de encuentro (Sarmiento 299).

viernes, 7 de diciembre de 2007

Javier Cohen Cuarteto

Nos encontramos en el Teatro El Búho (Tacuarí 215) a escuchar el cuarteto de Javier Cohen, guitarrista y compositor, donde presentaba material de su nuevo cd "Como va todo". Lo acompañaban Claudio Gandolfo en bandoneón, Nicanor Suarez en contrabajo y Germán Gomez en percusión.
Arrancaron con una versión de Tinta Roja que me encantó y también la versión de Boedo, junto con otros temas nuevos que me gustaron. Tocaban en un subsuelo que me hizo recordar a los viejos lugares donde se tocaba antes, donde se respiraba un aire de intimidad .

jueves, 6 de diciembre de 2007

Una clase de sadismo nunca viene mal!!

La cita era en Luis María Drago 236, Casa Brandon, a las 20.30hs en el barrio de Villa Crespo. Ahí nos dimos encuentro todos los discípulos de Lai, quien amenazaba que "si nos acercábamos nos chuparía la sangre" como el Conde Drácula. Había un grupo que tocaba a media luz y cantaba temas en inglés. El lugar parecía un fragmento de la película La Naranja Mecánica de Kubrick, decoración psicodélica, sillones redondos que funcionaban también a la manera de mesa. Corría el vino como la misma sangre. Primero proyectaron por una pantalla un video espectacular ( felicito a quien lo hizo!) donde el protagonista era Laiseca y una chica experimentando un ritual sádico..... imperdible para los que no estuvieron!! Después el Maestro dijo unas palabras presentando su libro y paso seguido una pequeña actuación en vivo representando otra de las tramas que cuenta el manual...! Una joya!!!
Yo empecé temprano con mi cerveza en Ramos Mejía y Ángel Gallardo... allí descubrí un lugar al cual siempre veía cuando salía a bicicletear pero nunca había ido a beber.... después seguí con el vino.... y por ultimo Isa y Ale, dos geniales compañeros del taller, me invitaron unas birras..... imaginense..!!!!

miércoles, 5 de diciembre de 2007

"Ana y la Colectividad"

Había conocido a Ana en invierno. Un cigarrillo, un después y la misma esquina del encuentro.
-Me parece mejor traer la alfombra a rayas- dijo Ana, mientras elegían cómo decorar la casa que los reuniría para verse a diario los rostros. Compartir el mismo espejo. Los mismos azulejos. La mesa. La mesa fuerte de madera donde dos universos a desplegar se dabatirían en un quehacer por hacer. Un mismo deseo de vivir juntos. Un deseo a quien da más. Un deseo en balanza. Un balance. Lo inminente. Y sobre todo el desorden. El tan amado desorden reinante. Los secretos del desorden. La lógica del desorden.
Incompartible.
Sabían que el deseo de compartir sus vidas en un mismo habitáculo era en el fondo una carroña para el deseo; desplumarlo y dejarlo agonizante, pero era lo que quedaba por hacer, la cláusula no probada todavía y siempre esa idea hambrienta de los desafíos, de la felicidad existente en forma de esperanza.
Ignoraban que en el fondo se amaban sin saberlo y más allá de todo. El amor ciego que se tenían nacía al amanecer, agonizaba por la tarde y moría por la noche, cuando llegaban exhaustos de la calle y el trajín los volvía mudos y autómatas. A la mañana siguiente se reanudaba como por arte de magia, como un niño que nace por parto normal, como las cuatro estaciones que despuntan inexorablemente. El momento del alba era el mejor. Predecir una caricia. La tranquilidad. Recordando lo que ya no sucedería y soñar siempre con otros amantes y después volverse la mirada entre si y saber que ese era el espacio seguro para poder ser y dejarse ser. Así vivían Ana y Pedro.
Ana era actriz. Había vivido en Perú hasta los 15 años cuando decidieron con la madre de Ana probar otras formas. Otra vida. Eso querían ambas. Otra vida por inventar.
Y la vida por inventar estaba en lo desconocido, donde la decepción pinta otras calles y anda lejos, descubriendo otras ruinas. Ana y su madre se lanzaron al abismo de lo desconocido como quien se mete a un mar inmenso y peligroso.
Y así, la vida. La vida misma. Y viéndolos como en un escenario, la verdadera vida, la invisible, los miraba y observaba riéndose.
El cabello envolvente y negro perdía a Pedro en el laberinto de su esposa. Le gustaba llamarla así. Le daba seguridad. Ella se dejaba determinar, encasillar, enjaular. En el fondo sabía que no era de nadie. Ni siquiera de ella misma. Abarcarse era tan difícil. Casi imposible. Sólo se reconocía de a trozos pero la mayoría de las veces no estaba en sus planes conocerse. Y así seguía cambiándose de trajes una y otra vez porque se encontraba tan endeble que ningún traje era para ella. Algunos le quedaban demasiado bien y se aburría de ellos. Otros le ajustaban. O la dejaban expuesta. La desnudez no la toleraba. Le dolía.

Uno de esos días, a más de tres inviernos de haberse mirado por vez primera. De haber alucinado por un instante. De haberse engañado con la primera mirada que suele ser exacta y precisa, Ana se retrasaba del trabajo. Era raro en ella la impuntualidad, que ahora también quedaba al desnudo mientras Pedro la esperaba ansiosamente. No sabía bien por qué pero cada minuto que bordeaba la llegada de Ana, él se ponía impaciente. Y el miedo. Temía por la vida de Ana más que por su vida. A él en realidad no le importaba morirse si se tenía que morir. Pero sentía que jamás podría tolerar la muerte de ella. Pacientemente.
La imaginaba cruzando la gran avenida que lindaba con la esquina donde ellos convivían y pensaba en los automóviles, en que Ana era levantada por el aire y su cuerpo se reventaba maduramente contra el asfalto caliente. Cosas así. Cuando le venían estas imágenes, desviaba su mente con el mecanismo de pensar en cualquier cosa y sedimentaba con ideas la idea original y se decía a si mismo: "-¿Cómo podes, Pedro, pensar así, crear estas cosas en tu mente?"
Ana se retrasó más de lo que los talonarios de la espera y el tiempo pueden tolerar.
-¿Dónde estabas?- La pregunta inquisidora y liberadora.
-Me quedé leyendo por ahí. Necesitaba distraerme un poco. Distraerme de mí, de vos, de todo.- respondió Ana.
En su interior, Pedro no le había creído una sola palabra; se le notaba en los ojos que Ana miró fijamente como todos los días pero Pedro sabía que no quería ver lo que había detrás de esas palabras. No quería saberlo por nada. Y así sería.

Ella no lo consultó con nadie. Pero fue su modus operandis desde ese día caluroso. Ana se había convertido a la colectividad. Ana se había vuelto una mujer colectiva. Una mujer de todos. Una mujer de cartón. Una mujer sombría y oscura. Una mujer por primera vez de ella misma. Egoistamente de ella.
Su madre había muerto de una terminante enfermedad en Perú hacía un mes y Ana vio a través de la mirada de su madre cómo la vida discurría partiendo sus manos huesudas.
El tiempo y su andar comenzaron a corroerla luego de la legendaria y pronta muerte de su madre. Empezó a corroerla la tranquilidad muerta. La rutina predecible. Esa rutina que era una cuna. Un remanso. Pero que al igual que las paredes del teatro donde ensayaba cada sábado, había perdido el color.
Interiormente sabía que como todo, este estado de colectividad no duraría toda la vida. Ni siquiera implicaría una vida entera. Un renacer mucho menos. Más bien lo consideraba un encuentro con ella.

Pedro jamás preguntó sobre sus nuevos horarios. Pedro jamás dejo de corresponder su mirada con la mirada de Ana. Ni mucho menos dejaron de ser tan nuevos los amaneceres, donde la triquiñuela autentica volvía a mutar y cambiar la piel. Y así, la vida.

"El Trompo Metálico" de Heidi Steinhardt

Me recomendaron esta obra de teatro. La están interpretando en el Centro Cultural Ricardo Rojas ( Av. Corrientes 2038). Voy a ir a verla un día de estos. Los días y horarios son: Miércoles 5, 12 y 19 de diciembre a las 21.30 hs y los sábados 1 y 15 a las 22.30 hs. Sala Biblioteca (30 localidades). Entrada $ 15.

Presentación del "Manual Sadomasoporno" de Alberto Laiseca

Hola amigos, quiero invitarlos a la presentación del nuevo libro de mi Maestro Lai que es, por otro lado, imperdible. La cita es en Luis María Drago 236, "Casa Brandon". A los que puedan y quieran, los esperamos.

martes, 4 de diciembre de 2007

LLuvia con Nelly Omar

¿Quedan instituciones vivientes en el tango? Pocas... muy... muy pocas. Hoy, en esta mañana de lluvia, me copé escuchando a Nelly Omar. Maestra!
Esa manera de decir! ... "Y he quedado solo con mis pensamientos en la vieja plaza que me vio crecer...." "... Ave pasajera que ansiosa de besos, se posó en mi boca, me besó y partió"

¡¡¡ La Bomba del Tiempo!!!!

Corrección! Mis neuronas andan fallando ultimamente. El grupo de percusión se llama "La Bomba del tiempo" y no la máquina... pasa que el déficit de atención que tengo que juega malas pasadas, a veces... pero por suerte son "pasadas" y no "presentes"..... Vayan a escucharlos..... van a descubrir la energía que guarda el cuerpo y que se pone en marcha cuando se activan ciertos ritmos.-

"La Máquina del tiempo" en el Konex

Hola a todos! Ayer fui a liberar tensiones y la verdad que descubrí un grupo de percusionistas espectacular! Se los recomiendo. La movida empezó a las 19 hs en Centro Cultural Konex (Sarmiento 3131) y duró hasta las 22hs. Este grupo son 12 percusionistas que tocan diferentes ritmos, así que la cosa terminó con baile y todo! Están todos los lunes. Aguante la cerveza y los cuerpos a la luz de la música!

lunes, 3 de diciembre de 2007

Morirse un poco

"Morirse un poco. Día a día. Lentamente. Dejar las gotas que corroan el cuerpo. La dermis. Una mirada. Como el oxido. Y la inocencia que ya jamás será. Dormir con la esperanza guardada en una caja de zapatos. Por las dudas. Por si acaso. Y la oscura certeza que se acerca como una fiera dulce, muy dulce, con sus labios carnosos, su deseo inapagado. La certeza. Para recordártelo a cada instante. Auditivamente, olfativamente. No lo ves. No ves que el tiempo mata lo genuino. Mata el instante que no puede ser eterno porque le cortás las alas. Vivís en tu mundo de lo seguro. De lo seguro sin nada. De la estructura sin nada. Amaste mucho. Amaste mal. Y no podés amar más. Quisiera que te pudras de dolor como yo me estoy pudriendo ahora. Que tuvieras que esconderte como un sapo a llorar. A retorcerte. La pena macabra. Me habita. Quiero dejarla libre de una vez.
Por eso te doy cuerda en mi discurso. Muñeco inventado. Ojos de sapo. Boca nuclear. Sólo por eso.
Nunca exististe. Por suerte tanta belleza jamas fue real. Sino ya estaría muerta en el olvido para no ser recordada. Ahora estoy ordenando mis muertes. De a poco. Con el tiempo he aprendido a quererlas.
Afuera la vida. La vida para vivirla sin vos es aun mucho mejor que vivirla sin tenerte. La puedo disfrutar. Estoy casi segura que puedo. Sos sólo un cuerpo con un alma muy pequeñita y estéril. Sos sólo eso y nada más. Un renacuajo que juega a ser autista porque vivir y mostrarse siempre le sale tan mal. Lastima recordar lo comible que fuiste. La carroña mas deborada. Penetran hasta reventarme tus ojos tu mirada la manera de mirar esos ojos las pestañas la picardía el color de tus ojos la manera de mirarme cuando me miré al mirarte soñarte mil veces y jamas querer despertar amarte de lejos predecirte buscarte imaginarte un poco un sueño la cordura la la locura tu indiferencia mi dolor tu sadismo mi pánico la parte débil de mí... duele vivirte todavía como un libro sin terminar como una frase puñal como una palabra no dicha... duele..... el olvido ... el olvido..."

El Ghetto de la Felicidad

¡Fuera del ghetto de la felicidad! - gritó-. No quiero más este cuerpo inmunizado, esta cordura tranquila de estar viva, esta piel que huele a talco, estos talones mojados de sudor, este gabán sin una sola mancha, este mecanismo de andar debido sin deberle a nadie.

Meses atrás al día de la despedida, se encontró frente a dos puertas sin saber por cuál optar. La indecisión había sido la única elección elegida en su fructífera vida y esta vez, al verse instado por dos posibilidades dispuestas en una, no se le ocurría qué procedimiento seguir. Puertas. Dos puertas. Dos trabas. Dos cerraduras abiertas por dónde mirar. Pero al imaginar mirar sólo devenía oscuridad en su imaginación.

Prendió el faso por la mitad que guardaba en el bolsillo y se sentó a meditar, a dejarse envolver por el pensamiento que de mañana suele ser más claro. Pensaba.
Esquivaba divagar. ¿A quien se le pudo ocurrir erigir en esta puta ciudad dos ghettos, uno el de la felicidad y otro el de la angustia? ¿Cómo llegué hasta aquí? ¿Quién me trajo?
Casi oscilaba con el delirio.
Sabía que si no optaba perdería el tren de las seis de la tarde. No porque las dos puertas condujeran a algún lugar, sino porque sabia que si no optaba por una de ellas no podría emprender jamas el viaje que surcaba su inestabilidad con su ansiado destino. El destino majestuoso que nunca llega a conocerse porque no existe.
Destino. Palabra abotonada. Clarificadora. Simplemente porque no existe. Al menos más allá de la palabra.
Miró su arrugada cédula de identidad donde todavía conservaba un vestigio de niño en la mirada y se pensó hombre bueno. Había cuidado a su madre hasta sus últimos días. La había bañado. La había cargado como a un cordero agonizante. Había limpiado la comisura de su boca cuando esta derramaba la comida. Casi todo. Casi todo menos vivir. Este era un derecho que se atribuía sólo por ser un hombre bueno . Estaba convencido que merecía un reconocimiento por haber aguantado tanto y que a estas alturas ya estaba benditamente convertido en un hombre bueno. Un hombre decente, de familia. Un hombre decente sin familia. Sólo un hombre.
Meditó un minuto más, sólo un minuto más y optó por atravesar la puerta en la que un letrero anunciaba: "ghetto de la felicidad".

Pasados los primeros pasos, una semi plaza con motivos de juegos espaciales adornaba un corredor muy y extremadamente iluminado. Un mujer con delantal blanco, planchado y almidonado le dio la bienvenida poniéndole la mejilla para que él la bese. Pero ella no activó el mecanismo del beso en la mejilla, simplemente dispuso el rostro de manera también mecánica pero diferente a como él lo hizo, sin involucrar la boca, la secreción ni el roce. El roce, tan importante entre él y su gente; sentir el mínimo olor al besarse en las mejillas u olfatear el aroma que alguien le dejaba en la palma de la mano.

Ingresó a otra habitación donde le comunicaron que pasaría su estadía el tiempo que él deseara. Esa palabra fue liberadora, pero al instante el sujeto parlante que la dijo la modificó y aclaró: -"Disculpe, el tiempo que usted requiera". Requiera le sonó a instrucción medica. A muela careada. A planilla de empleo. A pastilla curativa. Todo menos requerir. Requerir es para inválidos. Inválidos. La puta madre. Mi madre quedó invalida. Mi madre. Y se durmió de una manera espeluznante. En sueños andaba totalmente desnudo por un campo de espinas. Las espinas le hacían sangran los pies pero no sentía dolor, sino alivio; la sangre era tan fría que le calmaba el ardor de otras heridas invisibles.

Al despertar le sirvieron un desayuno rico en cítricos. Leche blanca ultradescremada. Pantuflas acolchadas por dentro y por fuera. Nada de tabaco que inhibe la erección - le dijo alguien - y usted deberá procrear y perpetuar la especie humana, serie mutante del universo.
No dijo nada y se dedicó a tocarse un poco los genitales mientras descorazonaba la miga de una galleta.

Escuchó una voz femenina tan dulce y se dedicó a escucharla más atentamente cuando esta voz le dirigió la mirada y le dijo: - "Aquí usted no tiene que preocuparse por más nada. Tendrá todo hecho. Todo ordenado. Todo bien limpio. Todos sus pedidos serán concedidos, uno a uno, por el tiempo que requiera. Simplemente dedíquese a vivir".
"Requiera" - otra vez esa puta palabra- pensó. ¿Cuál será el limite entre lo que deseo y requiero? ¿Requiero será el hijo de Deseo? Porque requerir significa que re-quiero, es decir, que quiero un poco más que simplemente querer pero.... mi deseo, mi deseo de bramar entre dos tetas, de cabalgar como un caballo, de rascarme como un animal, de emborracharme, de enfermarme pariendo vida por todos mis poros... Todo eso...¿dónde? ¿Dónde dios-diablo, dónde?

Días pasaron donde todo se repitió como un sincronismo perfecto. Días de leche y pan de centeno. De azulejos blancos. De sabanas gruesas extremadamente almidonadas y frías. Mañanas de cuellos armados y ventanas diminutas. Tardes de olor a geriátrico y a pasillo de hospital. Noches de dormir a las ocho y postre de compota con sabor a crema dental. Así sucesivamente. Y horarios permitidos para mirar tv.

Se encerró en el baño y mirando el espejo le dijo al que también lo miraba -"Puta felicidad tan requerida, ya no te quiero. No te necesité nunca. No se por qué pensé que aquí iba a encontrarte. Sos lo peor que puede pasarla a un hombre tan terriblemente loco de infelicidad como yo. Quiero otra vez mi saludable amargura que me hace desear incansablemente buscando cómo saciar y enmendar mis deseos, mis deseos que son autitos a los cuales les falta una rueda pero que todavía giran y giran en búsqueda. En búsqueda. No se sabe de qué. Pero siguen buscando. Aquí he perdido mi facultad buscativa. Todo está tan estúpidamente ordenado que ni siquiera puedo darle vida a mis estímulos incondicionados. No puedo desear comer una manzana porque la manzana ya está podrida en la mesa. No puedo sobarme el trasero porque no dejan que ni se me ensucie. Tengo la piel tan blanca. Tan transparente. Pero no soy un fantasma. Quisiera serlo. Amo a los fantasmas. A esos que te llevan. Que te devuelven. Pero a mí... Yo no me llevo a ningún lado.
Estúpida felicidad, tan predecible, todos te agradecen. Sos una puta que porta palabra tan cursi, tan malgastada, tan malvendida. Te doy vida al nombrarte pero te mato al suicidarme por mi hermosa infelicidad."

Nada

Había aparecido muerto la semana anterior. Durante esa semana calurosa nadie había escuchado ningún ruido en la casa de Severino Puertas. Nada.
Era el tiempo donde ni siquiera los perros ladraban por aquel paraje y era menos común encontrar un árbol que alguna muerte. Eso pensaba. Eso pensaba y trataba de hilar en su pensamiento Pedro, hermano menor de Severino, la mañana que con un gancho a través de su garganta y por la fuerza, lo llevaron para indagarlo. Para indagar acerca de la muerte de su hermano mayor.
Pedro era el menor y como un correlato funesto, siempre había tenido una suerte menor dentro de la familia. Tuberculosis a los ocho y tifus a los catorce. Todo un record en las visitas al único hospital del barrio, donde ni siquiera había lugar para sentarse y esperar a ser atendido. Recordaba también que en la espera pensaba en la coincidencia entre él y todas esas gentes enfermas, el momento de la coincidencia, el momento justo para que él y todos los demás estuvieran esperando por una atención particular, genérica, genuina y reparadora.
Tenía un cuerpo de garfio encorvado. Los ruedos de los pantalones siempre altos y reforzados. Los zapatos dejaban asomar por los tobillos los huesos estridentes. A veces se dejaba estar. Simple y aburridamente. No pestañeaba siquiera cuando se fumaba el último cigarrillo negro que escondía en algún lugar recóndito de la casa que sólo él conocía. Les gustaba esconder sus cosas. Darles un lugar secreto dentro del terrible secreto que implicaba para él vivir con su hermano, allí, en esa casa siniestra, años después y durante la muerte de sus padres. Porque era así. La muerte de sus padres lo había dejado durante esa muerte, en un durante constante y no en un antes ni en un después. Así vivía Pedro, entre el silencio y el tabaco, el silencio y la espera latente, agazapada en ese mismo silencio, recodo donde se protegía a sí mismo y no dejaba entrar a nadie. El silencio era una cápsula de gas caliente, una matriz, una burbuja, irrompible desde afuera, parlante desde adentro, como un megáfono imperceptible que Pedro no dejaba de escuchar mientras estaba despierto.
De vez en cuando lo desvelaba una sensación de hambre terrible. Un hambre que le venía de las más ciegas entrañas y automaticamente la ansiedad lo desbordaba en medio de una casi total oscuridad azul. Este estado no tenía un tiempo preciso de duración pero Pedro lograba quedar exhausto. Lograba serenarse y conciliar el sueño. Lograba el sueño. Dormirse. Abstraerse por unas horas de la mutilante certeza de estar despierto, de sentirlo todo una vez más, palpitarlo todo una vez más, en su estomago, en su vientre, en sus entrañas, ahogándose.

Había planeado todo desde hacía siglos. El tiempo en odio se mide lentamente, en cámara lenta. Y él lo venía tramando desde un lugar donde la memoria no puede acceder. Había perdido conciencia del tiempo en conjugación con el pasado. No le perdonaría jamás la inmutabilidad. No le perdonaría jamás el uso y abuso del ciego poder. El poder que Severino usaba sobre Pedro y que Pedro recibía sin decir palabra. Palabra alguna.
Las manos de Severino eran muy grandes. Admiraba su cuerpo de gusano lleno de pelos y cubierto por una cera aceitosa producto del calor y asearse raramente. Severino tampoco era un sujeto parlante. El idioma del silencio era inentendible entre los dos hermanos. Elucubraban y deducían al principio cada gesto, cada mueca. En realidad esto lo hacía Pedro, de Severino no se sabía explícitamente nada, ni siquiera lo que fuera a deducirse. Pedro vivía la situación sin poder salirse nunca de ella y sin hacer algún intento.
Cada madrugada espiaba a su hermano mayor. Se acercaba a su habitación y lo escuchaba dormir como una foca alcohólica. Como una masa uniforme de carne que bramaba dando gemidos y espasmos mientras acompañaba la respiración. Lo espiaba en silencio por minutos eternos. Minutos donde no recordaba absolutamente nada y se olvidaba de quien era. Se sentía un huésped que alguien había dejado allí por azar y que después, a las cinco de la tarde, tomaría el tren y emprendería el regreso. El añorado regreso que palpitaba Pedro en su interior.
La noche anterior al paso crucial no durmió. Se quedó desvelado refregandose los dedos unos con otros una y otra vez.
Un sudor frío le cubría la frente y por dentro despuntaba una criatura recién nacida, con ansias de caminar y huir.
Se acercó como tantas noches a la habitación de Severino, observó a su hermano, se le acercó lentamente, como quien ve a una bestia de espaldas y sin vacilar, le atravesó el mejor cuchillo que encontró en la garganta. Severino no tuvo tiempo ni de abrir los ojos. Producto del licor que tomaba después de cada cena, hacía una eternidad que estaba dormido y clavarle un cuchillo fue casi como dibujar en una piedra de carne dormida y momificada.
Arrastrar el cuerpo hasta la cocina familiar requirió de un verdadero esfuerzo.
Una parte del cadáver la dejó escondida en el jardín y lo que quedaba se lo fue comiendo poco a poco. Sólo conservó intacto el rostro, que fue encontrado meses después de la captura de Pedro y de reconocerse él mismo autor intelectual y material del hecho. El rostro de su hermano mayor.
Siendo llevado a la seccional donde cumpliría el primer tiempo de la condena hasta ser juzgado, se le oyó reír entre lágrimas y decir "- Ojala el tiempo me ayude a olvidar."

domingo, 2 de diciembre de 2007

Evocando los tallarines de la abuela...

Mientras escucho una milonga de la puta madre, me acuerdo de los talla que hacía mi abuela materna. Jamas nos revelaba el secreto y comer en la casa de ella era una fiesta. Siempre una fiesta. Además mi abuela era pura sabiduría y alegría. Nos inventaba juegos. Nosotros - mi hermano y yo- nos debatíamos entre el nesquik o subir por enésima vez al ombú donde teníamos una casa. Mi abuelo reservaba los Milibar para mas tarde. Eso cuando no destapaba la lata con pequeñas florcitas donde tenia los chocolatines creo que arcor, donde había un niñito trepado a unos animalitos y afines.
Todos los días eran de fiesta en lo de mi abuela. No quiero escribir el nombre de ella porque me mata la nostalgia de escribir y leer ese nombre con tanta sonoridad a ternura para mí...
Al altillo yo subía a buscar tesoros. Y descubrí miles. Hasta el día que vi a una araña petrificada que me miraba desde una caja y no volvi mas. Al sótano no lo conocí nunca. Nos contaron que estaba tapado. Yo crecí - por suerte- siendo amada por mis abuelas y por mis abuelos. Es algo que los niños no se pueden perder y los grandes tampoco. Hoy quise cocinar unos tallarines parecidos. Sólo parecidos. Esa palabra lo dice todo.
Mi abuela va transitando como puede sus 93 y pico... nosotros, mi hermano y yo, somos dos egoístas de mierda que vamos poco y nada a verla. Cuando voy a Lincoln le dedico un rato. Y ese rato le estrecho las manos con mucha fuerza y me quedo tomada de la mano de ella todo el rato.
Mi abuela, dueña de la sonrisa mágica y las manos de fierro.

Sinopsis de la fantasía

La fantasía es tan sólo una fantasía y debe ser vivida como tal. Nunca lo olvides.
Hay pocas fantasías que se desdoblan en realidad. Y sobreviven. Esta posibilidad es casi ínfima, porque fantasía y realidad no se llevan bien y terminan odiándose. Y ni qué hablar de las palabras. La fantasía detesta a las palabras. Las viola y después se atraganta con ellas.
Por eso , si alguna vez te enamoraste de una fantasía, bancate la puta realidad que te escupe a la cara. Seguí soñando, siempre. Ya lo dijo frida que un sueño sin esperanzas es un sueño que mata. Por eso seguí soñando. Pero tené en claro las reglas de la cordura.
Si sos un loco te vas a estrellar. Vas a sangrar. Y vas a morir. Para despertarte después con una rajadura más y una fantasía menos.

Jugando con el azar

A veces, sólo a veces, el azar te guiña un ojo y por un instante, por un solo instante, comprendés el bello sabor de lo inesperado, el perfume del azar y lo mágico de lo irrepetible !!
Por eso hoy, domingo, le doy gracias al azar que me hizo un regalo con sabor a vida, a fruta fresca, a verano.. porque como decía un amigo ..."Lo imposible no se ve y lo lejano no existe" !!

Grito de Piedra de Werner Herzog

No solo que me salió gratis ver la peli, sino que además estuvo muy buena. Se las recomiendo.
El poder, la competencia, el espíritu humano, el tiempo, son algunos de los temas que subyacen a la trama. No me impactó tanto como Fitzcarraldo, pero cumplió con las expectativas.

sábado, 1 de diciembre de 2007

De momento.... sábado

... bueno.... el finde pinta con algo de lluvia.. por eso me voy a "Lugonear" un poco, como me gusta defirme dentro de la "fauna" que concurre a la Sala de Cine Leopoldo Lugones, ubicada en el piso 10 del Teatro General San Martín ( Av. Corrientes 1530).
Esta sala siempre tiene muy buen criterio selectivo a la hora de elegir la programación. Hoy me toca "Grito de Piedra" de Herzog... veremos!
A quienes visiten mi blog les deseo el mejor fin de semana.

Para vos, Ale.. si querés, te lo leo otra vez..!!

Arde la casa blanca. Washinton llora sangre. O semen, como diría la cursi espectadora de un culebrón venezolano, prohibido terminantemente en estados unidos.
Un aire de total abatimiento se respira en los alrededores del palacio presidencial.
Ha nacido el vástago. Mónica L. ha dado a luz un Pequeño Clinton Ilustrado, que nació portando traje gris y Manual de Buenas Costumbres.
Este es el primer iceberg viviente que asoma la cabeza como corolario del romance. Del tórrido romance nacido entre la regordeta y el catedrático. Entre la ninfómana y la rata de biblioteca. Entre la baselinada y el cirrótico.
Todo empezó aquel día en que Bill entró de casualidad en los sanitarios de la casa blanca, que, valga la redundancia, relucían impecables, por cierto. No se le ocurrió golpear la puerta antes de entrar, ya que como se creía dueño de todo, también se sentía dueño de las ganas de ir a orinar suyas y de los otros. Estaba plenamente convencido de que en ese horario, todos los que allí trabajaban, ya habían saldado sus necesidades con el retrete y en ese momento, nadie le interrumpiría la eyección del chorro atómico, como le gustaba a él llamarlo. Se sentía todo un potente, como un avión y siempre trataba de darle más intensidad al fluido porque eso le daba la pauta de que cuanto más fuerte, más potente.
Tal como lo relatan los hechos, ese día irrumpió en el sanitario espectral de la casa blanca y vio a Mónica L. que estaba pariendo un muerto por su bajo vientre. Quedó tan pasmado ante la gráfica situación que ahí mismo le declaró con fervor su amor. No le gustaba tanto la figura que había salido de sus estrecheces, sino el triangulito en el que terminaba la acaudalada raya de su ano, marcando dos pequeños caminitos cortados que le semejaban las dos caras del destino, las dos chances por optar, la doble visión que todo tiene. Quedó consternado y se puso a aplaudir. Recordó que de niño le gustaba mucho leer una revista semi-infantil de un sepultado autor chileno y en ella un personaje también portaba tamaña figura y aquel escenario le hizo acordar a lo que sentía cuando leía y releía esa revista infantil.
Mónica, terminó de dar su último suspiro de alivio y con lágrimas en los ojos le dijo que desde siempre lo había esperado. Que había redactado una lista con todos los hombres raros con los cuales se hubiera querido acostar, pero que jamás pensó que un Señor Presidente, ese Señor Presidente, Su Señor Presidente, se fijara justo en ella. Mónica tenía la piel rosada, como una cerda criada a pasto fertilizado y artificial crecido en la misma colina donde los niños de La Novicia Rebelde aprendieron a decir las palabras inadecuadas. Contaba también con dos grandes tetas monstruosas que por ser tan grandes, cultivaban hongos debajo de ellas y por esos hongos le habían ofrecido a Mónica un millonar por explorarlos en los laboratorios. Ella se negaba raudamente pues los consideraba una riqueza residual. Creía que cuando se terminara el mundo, esos tejidos mohosos le devolverían la vida al suelo radiactivo y vuelto cenizas.
Luego de declarársele, Bill la tomó del cuello fuertemente, se desabrochó el botón, el único botón de su traje escocés importado de Suiza y comenzó a penetrarla salvajemente. Mónica reía a gritos y él lloraba de alegría. Era la primera vez que podía tener sexo de esa manera, ya que en su matrimonio, había estado siempre condenado a esterilizarse primero el miembro viril , luego las manos y toda porción de piel puesta en jaque a la hora del encuentro sexual. Era la primera vez que estaba cogiendo como un camionero después de comer un gran asado, con el gusto del vino en la lengua y con los restos de la carne en los intersticios de los dientes. Se sentía nuevo. No le importaba desprender aullidos ensordecedores porque sabia que a esa hora todo el mundo que trabajaba alli habia salido por el receso del mediodía y los Macs Donals estaban rebosantes de gente, tan rebosantes como las misma papas que ahí freían.
El fervor duró pocos minutos. Bill arañaba los cincuenta y pico y para esas alturas no podía dar cabalgatas olímpicas. Mónica no había llegado ni a California. Su hambre de sexo era una planta carnívora que quería todo, todo el tiempo.
Bill le prometió por su cirrosis que venía en camino, que siempre tendría un momento en el día para acudir al retrete y cogérsela. Que sólo tenían que coincidir sus ganas de orinar con las ganas de defecar de ella y así todo estaría estrictamente ordenado.
Los problemas vinieron después. Cuando Bill recordó que era un hombre felizmente casado, con una hija insoportablemente adolescente que vivía consumiendo cursos y cursos de nada; que se graduaría en Jarvard, o quizás en Yale o quizás en Bercli, pero que jamas dejaría de ser su hija.
Su señora esposa era una veterana que jamas se despeinaba ni tomaba alcohol.
Excelente madre pero pésima cocinera, se reunía con sus amigas a jugar al bridj mientras los hombres hablaban de negocios en una habitación contigua.
Pasados varios meses , donde ese reloj secreto de los instintos que ambos tenían seguía andando incansablemente, Mónica sufrió una crisis de emoción violenta y le dijo que estaba embarazada. Que su potrillito había entrado en el establo y que el caballito que estaba solito quería una cría para jugar. A Bill se le borró la cirrosis por un momento y quedó pálido. Pálido como un chipá abandonado a la buena de dios en pleno marzo. No supo qué decirle.
- Va a tener tus mismos ojos, papito, tu misma estirpe- balbuceaba Mónica mientras le pellizcaba el dedo meñique para que eso le doliera más que la noticia.
Pero Bill no respondía. Ahora era él el que padecía una emoción violenta. Muy violenta.
Cuando volvió en sí fue llevado en estado de catatonismo al sillon presidencial. Tantas veces habían practicado el sexo allí también que el habitáculo estaba desfondado. No ellos, claro que no, ya que sus encuentros se circunscribían a los albores del retrete.
Trató de abstraerse de la realidad por un momento ordenando un guisqui on de rocs para meditar sobre el futuro del mutante que se iba gestando rápidamente en las entrañas de Mónica. Dudaba acerca de su carga genética, por lo tanto, ponía en tela de juicio la procedencia cromosomática del infortunio; pero por otro lado, lo excitaba sobremanera saber que su avión a chorro había colapsado y explotado dentro de tamaña cavidad y que ahora era el fruto del mejor atentado que había sabido hacer en años.
Lo primero que le salió de los instintos fue citarla a Mónica en un recinto escondido y preguntarle si no quería abortar al borrego. No lo hacía porque realmente lo deseara, sino porque quería poner a prueba la verdadera y auténtica intención de la chanchita preñada. Ella comenzó a sollozar y entre lágrima y lágrima le dijo que antes prefería quitarse la vida.
Bill tomó coraje y al cabo de los seis meses de gestación de la criatura, decidió hablar con su esposa e hija. Cuando les comunicó la noticia, ambas perecieron instantáneamente. La hija porque ya no seria la única heredera de las fortunas de su padre, sino que ahora tendría que compartir lo robado en el trono con un vástago más pequeño que ella y a su vez, fruto de una unión sucia y clandestina, y la madre porque explotó de rabia; no le perdonaba a su esposo cómo había podido gozar con semejante gorda ordinaria, que lo único que hacía los fines de semana era ordenar comida chatarra mientras miraba tv sentada en un sillón de terciopelo rosa. Ambas perecieron y fueron metidas en dos monoblocs de cemento y enterradas en el jardín de la casa blanca.
Bill se sintió liberado pero ignoraba que lo peor no había llegado aun.
Al cabo de unos meses, se empezó a rumorear sobre el nacimiento del pequeño bill ilustrado. Declararon su venida al mundo por los canales extraoficiales de información y los medios mostraban a una criatura que ya contaba con piezas dentarias a horas de nacido, motivo por el cual se infirió que el borrego había sido escondido y criado entre algodones hasta que los ánimos estuvieron calmos.
Consumía litros y litros de leche de cabra por día y ya berreaba reclamando las berenjenas en escabeche que sabía preparar su abuela materna.
Todo era felicidad y algarabía. Hasta que una gran bomba radiactiva estalló en pleno corazón del salón oval. Todo quedó perpetuado en esa explosión y todo quedó detenido, cual museo de piedra viviente, en ese instante.
Cuando geólogos vietnamitas fueron a recoger lo que había en ruinas para armar un gran museo de exposición mundial, se encontraron a dos figuras humanas, petrificadas, practicándose el sexo oral mientras los cuervos que por allí volaban les habían comido los ojos.

Tallos Plantales

Los tallos plantales con los que había nacido no le dolían. Ni siquiera le molestaban.
Quizás por un antojo de la gramática, le gustaba asociar las palabras "callos plantales" con ciertos "tallos plantales", que la madre naturaleza había plantado en sus pies para que él se enorgulleciera de ellos.
A veces los usaba para conquistar y sentía un extremo placer al rascárselos, cuando despedían un particular olor y el plasma emergía de ellos.
Suponía que estos estos callos plantales le demostraba que él había sido un elegido. "El" elegido, para llevarlos como una reliquia digna de observar y envidiar.
Cada tanto les daba un baño de agua con sal pues tenía la hipótesis de que si los trataba con cariño y dedicación, crecerían sanos y fuertes.
Y así fue. Sus callos plantales comenzaron a propagarse por todo su cuerpo. Primero en las piernas, luego en el dorso y también en la nariz, dándole a esta la misma forma que tiene el aparato que hace los ñoquis.
El problema comenzó cuando se le instaló el último callo plantal en la planta funcional misma del cerebro.
Se sintió perdido y satisfecho al mismo tiempo. Salía a la calle y a todo le veía forma de callo plantal. Hasta se ofrecía para rascar cabezas y luego recoger el plasma emanado con su propia lengua.
Estaba tan consternado por su nuevo rol, que decidió comerse sus propios callos plantales y así alimentarse de ellos. Sólo consiguió que se ramificaran aún más, hasta que sólo se vieron sus huesos dentro de una pantalasa de plasma gigante que latía como una ampolla a punto de explotar.

Cuento para niños idiotas

Esta es la historia del monstruo que se cansó de ser monstruo.
Puso sus uñas en agua con sal, porque había leído por ahí que eso las ablandaría.
Hacía tiempo ya que asustar a los demás se había convertido en una morisqueta sutil, como el pan de cada mañana puesto sin sal sobre la mesa.
Las balas del terror se le habían gastado y la gente carecía de pesadillas que lo retroalimentaran en la vigilia.
Además, el acto de matar le provocaba lágrimas que se traducían automaticamente en arcadas que expandía por todos sus orificios.
Pero claro que no se podía renunciar a la monstruocidad así nomás. Este era un derecho adquirido, concursado y ganado. Renunciar a él era como renunciar a una nobleza milenaria, gestada en las dinastías monstruosas de otros siglos.
El monstruo decidió escribir una carta al Consulado Monstruósico exponiendo sobre su condición y redactando de manera clara su pedido. Escribió:
-" Quiero renunciar a mi facultad de monstruo porque ya no asusto a nadie. Y matar me provoca llanto."
Se sentía como un par de zapatos en desuso. En la verdulería le daban paso libre pues su nariz se asemejaba más a un rabanito que a una nariz de monstruo y los días de lluvia querían usar su cabeza como un pararrayos.
Pasado un mes recibió la respuesta tan esperada. El Consulado le comunicó que sólo podía renunciar a su facultad de monstruo cumpliendo con una última muerte heroica. Debía elegir una calle al azar a medianoche, ingresar a una vivienda también elegida al azar y arrancarle el corazón al primer ser viviente que respirara en la oscuridad.
Como un mastín hambriento olfateó entre la madera, los restos de humo de un bracero apagado y sintió cómo se le rebelaba ante los orificios nasales una piel tersa, como una planicie de agua tibia instalada en un desierto de carne muerta, su carne. Rozó con sus uñas primeramente el vello: suave, liberado en cada poro como otra forma nueva de respirar y hablar. Con la punta de sus dedos advirtió que en algunos sectores la vellosidad sostenía gotas de sudor que despertaban su voracidad de hombre sepultado.
Dudó un instante. Vaciló otro minuto y le arrancó el corazón que aún daba espasmos de vitalidad en sus manos.
Llegó a su hogar, preparó un guiso y se lo comió, aderezando todo con sus arcadas.
Esa noche durmió como nunca, amparado en esa muerte tierna que acababa de ejecutar; tan tierna y sabrosa como el cuerpo de un borrego recién nacido.
Pasado un mes, recibió otra carta proveniente del Consulado donde le informaban lo siguiente:
-"Viendo y considerando que usted es un monstruo auténtico, la facultad de ser monstruo no le será denegada. Lo de la muerte por ejecutar era sólo una prueba que le impusimos para ver su reacción, creyendo que si usted en verdad quería renunciar a su condición, no podría haber llevado el acto a cabo".
El monstruo supo de su condena eterna. Vivió para asustar y matar de por vida aunque no tuviera hambre. Así hasta su muerte.

Se llamaba Aute...

.. y ahora me está pegando duro y parejo...

.. de alguna manera tendré que olvidarte
por mucho que quiera, no es fácil, ya sabes
me faltan las fuerzas, ha sido muy tarde,
y nada más, apenas nada más....



... si te dijera amor mio
que temo a la madrugada
no se que estrellas son estas
que hieren como amenazas
ni sé qué sangra la luna la filo de su guadaña
presiento que tras la noche
vendrá una noche más larga
quiero que no me abandones
amor mio, al alba......

La Cineteca de Hayra

Bueno... todos los viernes, 20.15 hs puntal, en el Teatro Ift, ubicado en la calle Boulogne Sur Mer 547 funciona la cineteca de Hayra, como me gusta llamarla a mí.. en realidad el nombre es "Cineteca Vida", un espacio donde todos los cinéfilos podemos concurrir a disfrutar de ciclos de peliculas de grandes directores como Bergman, Herzog, Fassbinder, Wender, entre otros.
Yo hace mucho que no voy. Pero ahora he decidido volver. Vale la ida!

"El Interior" de Martín Caparrós

(fragmento)

..."La esperanza es una mierda
dice
que solamente te alarga el sufrimiento:
que la esperanza es una mierda porque solamente sirve para
alargarte el sufrimiento
que la esperanza es una debilidad
decadente
dice y me dice que lo dijo
Nietzsche y que Nietzsche ese alemán hijo de puta
le abrió la cabeza se la dio vuelta como un guante y que quizá
por eso le gusta esta cuestión
de saber que hay muchos que le tienen
un poquito de miedo
que muchos lo respetan que algunos
hasta lo envidian:
el poder.
Eso se llama poder
me dice Juan Cabrera
con la sonrisa casi tímida.

Juan Cabrera tiene cincuenta años una remera negra
la cara india y se hace llamar el Indio Blanco porque su madre
era una toba que una familia rica de Rosario se trajo para que le
limpiara las ollas y la mugre y su papá
el hijo de una puta y un cliente y él
me dice
está signado por las putas y la muerte.
Signado
dice
perseguido por las putas y la muerte y que
choreó
que alguna vez choreó que se cogió
señores que cirujeó que revoleó ladrillos que vendió helados churros
mercaderías
variadas y que siempre le gustó la mano izquierda: lo que sabe
conseguir la mano izquierda pero siempre fue pobre
dice: pobre por antonomasia aunque instruido
dice y cita a walter benjamin fromm marcuse pappo napolitano el
apóstol san pablo el comisario de la vuelta al fin y al cabo
lo tuyo son las casas y
las citas y sobre todo Nietzsche pero siempre
dice: siempre
insiste: siempre
fui muy pobre
dice
hasta que mi hijo se mató
y entonces sí no me importó más nada.
Pero nada. ¿Vos sabés cómo es
cuando te da lo mismo todo cuando todo
es igual cuando sabés
que si estás vivo es de cagón
que es porque no tenés
los huevos para volarte el cráneo?
¿Vos sabés cómo es? Yo no sabía
pero ahora sé
y sé
que es una mierda pero tambien me gusta:
me gusta esta sensación de que me cago en todo
que todo
me resbala que puede que no sea
el superhombre pero tampoco soy un hombre
dice
Juan Cabrera
tintineando en sus muñecas sus pulseras.

Juan Cabrera tiene los pelos largos negros canos sus pulseras
sus anillos de plata la camiseta
negra la sonrisa:
cuando ya no me importó más nada entonces sí
ahí sí que me empecé a llenar de plata
con las chicas.
Juan Cabrera tiene extraños negocios con las chicas
negocios tan comunes con las chicas
tiene chicas
negocios
chicas
comunes
negocios
tan comunes
Juan Cabrera
no fuma no bebe no consume
merca toma mate cocido está
en la noche
dice pero no es de la noche
está en la noche
que no es lo mismo que ser y estar yo no te voy a vos de
ontología
dice:
porque en la noche está la guita
fácil y también
te diría
me dice
ese poder ese
gustito: ahí
en la noche.

Recordar para olvidar

..."Sabe que no va a encontrar nada. Pero le gusta perderse por ese espacio construido e inventado que todavía tiene su rostro, su silencio.
Es un poco como si él jamás hubiera existido.
Es un recuerdo. Sólo un recuerdo.
Sabe exactamente cuál es la calle y cómo llegar. Le duele un poco todavía predecir esa ausencia antes de desencontrarse. Pero el vacío es todo lo que le queda. Casi nada más.
Y ahora llueve. Como dentro de su ausencia. Llueve.
A veces sale un poco de ella y mira el mundo. Y el mundo está ahí. Del otro lado. Tan expectante. Tan jubiloso.
Ella tiene los pies gastados. Una desesperanza tardía. Un dulce sabor amargo en su boca.
Su sexo podrido. Seco. Muerto de sed. Muerto de hambre. Y el hambre le duele. Le duele incansablemente. Quisiera no sentirlo más. Dejar escapar la gula de una buena y santa vez. Santa.
Después de todo no era tanta su belleza. Su belleza recompuesta por el tiempo no era real. Menos mal que la belleza se construye y luego se rompe y se puede volver a crear así otra vez la belleza. Otra. Distinta. Nueva. Blanca. Otra. Real. Fresca"...

Un raid de arte por la ciudad de Buenos Aires

Ayer, viernes, tuve la oportunidad de asistir a dos eventos tangueros que disfruté mucho. Uno estuvo a cargo de un cuarteto de piano, contrabajo, violín y bandoneón que actuó en la Casa de la Cultura de la Provincia de Buenos Aires, ubicada en la Av. Callao 237. Es de remarcar la interpretación de Guillermo Ferrer en el contrabajo, músico de renombre dentro del ambiente.
El otro show transcurrió en un lugar que se llama "Bándola" y está ubicado en el barrio de Palermo, en la calle Gorriti 4918, donde un sexteto interpretó tangos clásicos, junto con un cantante espectacular, Luis Linares y una pareja de baile. Allí fuimos mi amiga Roberta y yo, nos tomamos sendas copas de vino y la pasamos genial. En este ultimo lugar, los shows son los viernes y sábados y comienza a las 22 hs aproximadamente.