..."De vez en cuando se asomaba a la Tierra con los ojos dormidos. Valía más en su vida lo incierto del mar y la espuma que la seguridad que ofrecen las rocas.
También el cielo. Como una suspensión gigante de plumas condensadas sin red. Intentar el vuelo no era difícil.
Su cuerpo diminuto con corazón de nuez. Un pequeño motorcito para palpitar y saber que no era invisible.
El instante previo era el más sublime y también era el que marcaba el tiempo. Ese momento, cuando aterrizaba en la estela que dejaba algún barco y merendaba un pez dorado que gimoteaba despidiéndose de la tranquilidad habitual.
La gaviota del pico afilado y el pez dorado. Un encuentro que se consume entre dos necesidades irremediables.
El playón de arena húmeda era demasiado inabarcable. De vez en cuando, allá, a lo lejos, algo se mueve en la lejanía, marcando que todavía existe vida más allá de mis ojos, de mi capacidad de asimilar el aire. Llego hasta el cerco donde la arena se convierte en oro caliente y me quema"...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario