viernes, 26 de diciembre de 2008

El Trumpeter

Escabullendome como si nadie se diera cuenta. Mientras, el viejo iba y venía, las copas estallaban, la vieja aullaba y los pequeños mutantes corrían en medio de un olear delirante de alcohol. El Trumpeter si que se portó, lastima que había tantos mirando por allí que no dejaban navegar mi desparpajo como quien parte una nuez o pega un chicle debajo de la mesa.
Probando todo seguí probando sin que nadie lo advirtiese. Un poco nada más. La insignia superflua de todo perdedor encubierto.
De repente, Lola le clavó un tenedor a la lagartija verde que decoraba el jardín.
- Fue así desde niña - dijo su madre. Siempre clavando cosas, como si su cuerpo estuviera hecho de estacas.
Pobre niña. Tan pocos dientes. No le debe gustar mirarse en el espejo.
Es una niña nada más que ya se cree grande, por eso hace esas cosas.
Mientras, yo decoraba el tapiz que se habían olvidado de casualidad. No era bueno dejar las lentejuelas desparramadas entre los confites. Y así, la noche. La sórdida noche. Como una castañuela sonante nos ensordeció a todos.

4 comentarios:

Jaime dijo...

Muy buenas, y encantado de que leas mi blog, así también seguiré el tuyo. Igualmente un cinéfilo aunque ultimamente alejado y más cercano a la danza...

Un saludo desde España.

Liduvina dijo...

"No era bueno dejar las lentejuelas desparramadas entre los confites"

Nunca es bueno

Lucas dijo...

Uh! Qué bien te quedó éste post che, muy buena imágen la del último párrafo.

Recopado tu blog

Volveré

saludos!

Roque Soto dijo...

Me gustan la senbsibilidad y el lirismo de tu prosa, sobre todo en estos tiempos tan poco proclives a la esccritura y las palabras con sentimiento.
Un abrazo fuerte desde Galicia.